22 DE DICIEMBRE DE 2020
La incontinencia provoca un gran impacto en la vida de una persona. Adaptarse y aprender a convivir con ella puede suponer un importante reto psicológico, no sólo para la persona que la padece, sino también para su entorno. Este síntoma se debe de entender como uno que afecta no solo de forma fisiológica a la persona, sino también en sus pensamientos, actitudes, emociones, acciones y relaciones sociales.
Toda persona que empiece a tener pérdidas de orina puede tener sentimientos nuevos que enfrentar según la situación y la personalidad del individuo, no todo el mundo reacciona igual, pero se pueden percibir las siguientes reacciones emocionales:
Se puede quitar importancia a la incontinencia y considerarla como algo pasajero y reversible. A medida que los accidentes se van repitiendo, la persona puede intentar disimularlos y esconderlos. La negación llevada al extremo hace que la persona no quiera hablar con nadie de lo que le sucede debido a su dificultad para aceptar y afrontar el problema.
Aquí siempre se recomienda conversar con la persona en un ambiente amigable y seguro, para que sepa que no le está pasando nada malo, sino que existen medidas y productos que puede usar para seguir con su estilo de vida de manera más cómoda.
El no poder controlar las propias necesidades fisiológicas puede crear un sentimiento de frustración. A veces la persona se siente tan frustrada en el momento de la pérdida que reacciona con enfado e ira, ya sea hacia sí mismo o hacia los demás. Esta reacción puede darse con mayor frecuencia en personas con deterioro cognitivo o demencia leve-moderada, ya que se añade la dificultad de comprender qué les está ocurriendo.
Es importante que los cuidadores no se dejen contagiar por esa rabia, sino que acompañen a los pacientes con tranquilidad, para que lentamente puedan adaptarse a los cambios de su cuerpo.
Se incluyen los sentimientos de culpa y vergüenza, así como la pérdida de autoestima y de confianza en uno mismo. Estos sentimientos son los más comunes, al menos durante una etapa. La persona se siente mal consigo misma, siente que está perdiendo parte de su dignidad y siente vergüenza cuando presenta o cuando recuerda los episodios de incontinencia. También puede sentir culpa por creer que está dando más trabajo a su cuidador.
La paciencia es fundamental para combatir estos sentimientos de tristeza, vergüenza o culpa. Además, se recomienda ponerle una buena actitud al cuidado de este paciente, para que con el tiempo se vaya dando cuenta de que no tiene nada malo en su interior, solo una condición para la que existen medidas y productos que lo ayudarán a sentir mejor.
Ante una situación nueva que no sabemos cómo controlar, la mayoría de los seres humanos sentimos miedo. En el caso de una persona con incontinencia, se añade a todo esto el miedo a tener un accidente en cualquier momento o a desprender olor. En todos los casos, la incontinencia afecta a la actividad de la persona y la condiciona, pero si no se tienen los apoyos ni las herramientas para hacer frente a la situación, el miedo desencadena en inseguridad y ansiedad. Esto puede llevar a la persona a conductas de evitación y aislamiento, dejando de hacer las actividades que hasta ese momento realizaba y limitando las salidas del domicilio, afectando también a sus relaciones sociales.
Se ha observado que la dificultad en la retención de la orina en muchos casos está asociada a estados depresivos y/o ansiógenos. Independientemente de la patología orgánica, puede verse disminuida si se combina con una intervención psicológica.
Un aspecto considerable en el tratamiento de la incontinencia urinaria es el estado emocional y afectivo de las personas. La ansiedad y la depresión son dos factores característicos. Existen relaciones entre desórdenes en la micción y factores mentales. La baja autoestima, sentimiento de impotencia, inseguridad, vergüenza y frustración, llevan al paciente a desarrollar comportamientos poco adecuados frente a su problemática.
Puesto que un mismo problema no afecta de forma equivalente a todos los individuos, debido a que las apreciaciones o valoraciones que las personas hacen de una misma situación no son las mismas, se hace necesario identificar actitudes, respuestas y soluciones presentadas frente a su problema de salud o frente a cualquier dificultad en general.
Cuando las emociones incómodas dejan de ser solo eso, emociones incómodas, y se vuelven estados emocionales más duraderos en el tiempo o inmanejables para la persona con incontinencia o para sus cuidadores, es importante buscar ayuda profesional que les permita encontrar herramientas para combatir esa realidad de salud mental.
Las mujeres son más propensas a generar cuadros depresivos en casos de incontinencia. Por el lado de los hombres, puede generar la sensación de disminución de su masculinidad, haciendo que se sientan frustrados.
Tanto los hombres como las mujeres, pueden sentir que debido a la incontinencia han perdido la calidad de vida.
Las siguientes estrategias pueden ayudar a que las personas que presentan síntomas de incontinencia urinaria se sientan mejor:
A través del trabajo psicológico, se determinan estilos de vida, elementos comportamentales, aspectos emocionales que sean factores precipitantes de la incontinencia, o que sean consecuencia de la misma. De esa forma, se ayuda al individuo a profundizar en su padecimiento comprendiéndolo de una manera más amplia, desarrollando con esto actitudes de afrontamiento acordes a su dificultad, con el fin de promover y mantener su salud integral. Ya que la incontinencia urinaria puede afectar su vida de pareja, su vida laboral, económica y social.
En definitiva, el impacto psicológico de la incontinencia es inevitable, pero se puede hacer más llevadero para todos si se busca información y ayuda de los profesionales, si se fomenta la comunicación en el núcleo familiar y si se procura mantener un ambiente de respeto.