25 de junio de 2020
La incontinencia urinaria es un trastorno común que afecta la calidad de vida de muchas mujeres en todo el mundo. Aunque a menudo se subestima, este problema puede tratarse con éxito, y la cirugía es una opción para aquellas pacientes para las que otros tratamientos han resultado ineficaces. Sin embargo, antes de considerar cualquier procedimiento quirúrgico, es fundamental realizar un diagnóstico preciso.
La incontinencia urinaria se caracteriza por la pérdida involuntaria de orina, y afecta a un gran número de mujeres, en especial después de la menopausia. Es vital comprender que este problema no solo es una parte normal del envejecimiento y que existen soluciones efectivas.
Existen varios tipos de incontinencia urinaria en mujeres, siendo los más comunes:
La incontinencia por esfuerzo se manifiesta como la pérdida de orina al realizar actividades físicas que aumentan la presión abdominal, como reírse, toser, estornudar, o levantar objetos pesados.
La vejiga hiperactiva se caracteriza por un fuerte deseo de orinar, acompañado de una mayor frecuencia en la micción durante el día y la noche.
La incontinencia mixta combina síntomas de incontinencia de esfuerzo y de urgencia.
Varios factores pueden aumentar el riesgo de desarrollar incontinencia urinaria en mujeres, que incluyen:
Parto vaginal: Especialmente si ha habido múltiples partos, partos prolongados o bebés de gran tamaño.
Edad: A medida que envejecemos, los tejidos y músculos que sostienen la vejiga pueden debilitarse.
Obesidad: El exceso de peso ejerce presión sobre la vejiga y el suelo pélvico.
Actividades físicas intensas: Deportes de impacto y trabajos que requieren esfuerzo físico pueden aumentar el riesgo.
Enfermedades crónicas: Problemas respiratorios crónicos y ciertos medicamentos pueden influir.
Antecedentes familiares: Si hay familiares con incontinencia urinaria, el riesgo puede ser mayor.
El diagnóstico adecuado es la clave para abordar la incontinencia urinaria de manera efectiva. Comienza con una evaluación exhaustiva por parte de un profesional de la salud, que puede ser un ginecólogo o un urólogo.
Durante la consulta inicial, se realizará una historia clínica detallada. Se le harán preguntas sobre sus síntomas, antecedentes médicos, medicamentos que esté tomando y otros factores relevantes. Además, se llevará a cabo una exploración física para evaluar la función de los músculos y tejidos involucrados en el control de la vejiga.
El diagnóstico de la incontinencia urinaria puede requerir pruebas y estudios adicionales para obtener información precisa sobre el problema. Estos pueden incluir:
Urodinámica: Esta prueba mide la presión en la vejiga y la uretra durante la llenura y vaciado de la vejiga, ayudando a evaluar la función urinaria.
Ecografía: Una ecografía del tracto urinario puede revelar problemas estructurales o anatómicos.
Cistoscopia: Este procedimiento implica el uso de un tubo delgado con una cámara para examinar el interior de la vejiga y la uretra.
Diario miccional: Mantener un registro de cuándo y cuánto orina puede proporcionar información valiosa para el diagnóstico.
Una vez que se ha diagnosticado la incontinencia urinaria, el médico determinará si la cirugía es una opción adecuada. La cirugía se reserva para casos en los que otros tratamientos conservadores han sido ineficaces.
Hay varios procedimientos quirúrgicos disponibles para el tratamiento de la incontinencia urinaria femenina. Algunos de los más comunes incluyen:
En este procedimiento, se coloca una malla debajo de la uretra para dar soporte y mejorar el control urinario.
Se utiliza una cinta para apoyar la uretra y restaurar la continencia.
En algunos casos de incontinencia de urgencia, se utiliza la toxina botulínica para relajar los músculos de la vejiga.
La uretra o el cuello de la vejiga se sostiene generalmente con un cabestrillo durante el procedimiento. Por lo general, el cabestrillo está hecho de una tira de tu propio tejido corporal o de un material sintético.
Los procedimientos de suspensión elevan los tejidos que rodean la uretra hacia las estructuras de la pelvis, lo que crea un sostén para la uretra o el cuello de la vejiga.
Para acceder a la uretra, el cirujano hace una pequeña incisión en la vagina. Además, hace dos pequeñas incisiones a la derecha y a la izquierda del centro del hueso púbico.