23 DE DICIEMBRE DE 2020
Además de tener su impacto psicológico y emocional, la incontinencia urinaria tiene su influencia en la vida social de la persona que la padece. Con frecuencia, las personas se aíslan de sus círculos sociales. Muchas veces estos sentimientos son generados por el miedo constante a que las otras personas descubran su condición, la cual está muy relacionada culturalmente con la vejez, y con múltiples estereotipos negativos que menosprecian el proceso de envejecimiento. Algunos tabúes alrededor de la incontinencia son:
A medida que aumenta la edad también se incrementa la incidencia de este síntoma, pero no es el único condicionante. En las mujeres, hay momentos claves donde puede aparecer como en el embarazo por el peso del bebé, después del parto o durante la menopausia. En el hombre, está relacionada con el aumento de tamaño de la próstata, el cáncer prostático, el sobrepeso o la diabetes.
La vejez no es sinónimo de enfermedad. Una persona adulta mayor se enferma a raíz de condiciones ambientales, nutricionales, entre otras. Es propensa a padecer dolencias o enfermedades que requieren atención oportuna igual que en otras edades.
El envejecimiento es un proceso natural e inevitable que experimentamos a lo largo de nuestras vidas. Si bien es cierto que con el paso de los años aumenta la probabilidad de desarrollar ciertas condiciones de salud, como enfermedades crónicas o discapacidades, no todos los adultos mayores sufren de problemas de salud significativos.
Muchas personas en la vejez disfrutan de una buena salud y calidad de vida, manteniendo un estilo de vida activo y participando en actividades que les proporcionan satisfacción y bienestar.
Además, la prevención y el cuidado adecuado pueden ayudar a retrasar o mitigar algunos de los efectos del envejecimiento, promoviendo así una vejez saludable y plena.
Generalmente escuchamos esta frase: “es que las personas mayores son como niños.” Pensar así podría generar un trato igual al que le daríamos a los niños o niñas, por ejemplo sobreproteger, mimar o tomar decisiones por ellos. Trato que en la infancia sería apropiado, pero que con personas adultas mayores sería irrespetuoso e inapropiado. También podría llevarnos a asumir una posición de autoridad y control, impidiéndoles tomar sus propias decisiones, lo que sería perjudicial para su autoimagen y valía; actitudes que constituyen formas graves de discriminación y de agresión. Este tipo de trato atenta contra la dignidad, el respeto y la imagen de la persona adulta mayor. Asimismo, la infantilización es considerada como violencia emocional.
Las personas adultas mayores tienen tanta capacidad para aprender como cualquier otra persona, sin embargo es una realidad biológica que el cerebro pierde plasticidad. De igual forma, las enfermedades mentales no son propias de la vejez y su incidencia en esta etapa de la vida no puede generalizarse.
A pesar de que existe una actitud social negativa en relación al aprendizaje en la vejez, los estudios confirman que la adquisición y asimilación de nuevos conocimientos, comportamientos, aptitudes, actitudes o hábitos se pueden dar en cualquier edad. Lo que puede modificarse en la vejez es el tiempo o la velocidad de la asimilación. Es decir, lo que cambia es la agilidad pero no la habilidad.
Toda persona, a cualquier edad, puede verse afectada en su capacidad de aprendizaje. Es un error pensar que todos los adultos mayores son olvidadizos o que tendrán una incapacidad mental.
El interés sexual no se pierde con la edad, ya que constituye una necesidad básica de todo ser humano. Una persona no es asexuada al llegar a la vejez, dado que la sexualidad es una condición que permanece toda la vida y atraviesa por varias etapas a lo largo de ésta y además está condicionada por el entorno socio cultural en que se vive.
Si bien es cierto, la actividad coital presenta cambios en la vejez, no se trata de juzgarlos con el modelo joven de la sexualidad, La relación sexual responde a un concepto más amplio que conlleva la necesidad de comunicación física y emocional que va más allá de la unión de los cuerpos.
Las personas no se aíslan por encontrarse en la etapa de la vejez, existen muchas causas que conducen a tal condición. Decir que todas las personas adultas mayores sufren algún tipo de aislamiento es prejuicioso. En la mayoría de ocasiones, una persona adulta mayor aislada no lo está por su propia voluntad, sino que otros las han aislado. Las personas cargadas de mitos o ideas falsas sobre la vejez son justamente aquellas quienes más la aíslan, expulsándolas de sus vidas, de sus familias y de la sociedad.
Estos mitos junto con otros, facilitan el que se maneje un concepto social perjudicial sobre la vejez y al relacionarla directamente con la incontinencia, este síntoma se relaciona con todas estas ideas erróneas.
Tanto para el cuidador como para la persona afectada es fundamental hablar del tema abiertamente cuando empiezan los problemas de incontinencia. Evitar hablarlo hace que la situación se haga cada vez más incómoda y que se adopten estrategias poco efectivas ante el problema. Por el contrario, hablar las cosas suele tranquilizar los ánimos de todos.
Hablar del tema con naturalidad y franqueza, con tacto, sin reñir a la persona ni hacerle pasar vergüenza. Hay que intentar evitar compararla con un niño.
También es muy importante buscar soluciones, poniéndose en manos de profesionales y siguiendo sus pautas y consejos. Esto hará la situación más llevadera y permitirá a la persona adaptarse antes y de forma más fácil a su nueva situación. También le dará mayor confianza a la hora de afrontar nuevas situaciones o actividades.
Así, el consejo profesional dará las herramientas necesarias tanto a la persona afectada como a su familiar para afrontar la situación, de forma que ya sabrán qué hacer ante el problema. Esto hará que el miedo, la ansiedad y la frustración disminuyan y desaparezcan.
Además, conocer y usar los productos más adecuados para cada situación, como todos los productos de TENA para hombres y mujeres que te pueden permitir limitar menos las actividades, evitando el aislamiento de la persona y disminuyendo sus sentimientos de tristeza y frustración. Todo esto mejorará la calidad de vida de todos.
Especialmente cuando hay un accidente, es importante no reaccionar de forma violenta, riñendo a la persona o intentando esconderla de forma apresurada si se está en un lugar público. Lo primero es tranquilizarla y después ofrecerle nuestra ayuda para limpiarse o cambiarse. Asimismo, hay que tener cuidado de no invadir su intimidad ni ayudarla más de lo necesario.
También es importante crear rutinas para poder anticiparse a los accidentes y evitar ese tipo de situaciones al máximo en la medida de lo posible.